Jorge Bucay

"Estos cuentos han sido escritos sólo
para señalar un lugar o un camino.

El trabajo de buscar dentro,
en lo profundo de cada relato,
el diamante que está escondido...

...es tarea de cada uno"

lunes, 26 de abril de 2010

Cuento Zen

Un alumno fue a visitar a un famoso maestro de Zen para que le iniciara en esa milenaria filosofía o estilo de vida. Cuando el maestro le preguntó por qué quería aprender Zen, el alumno empezó una larga y muy bien estructurada disertación sobre la historia del Zen desde el nacimiento de Buda, su llegada a China y todas las ventajas físicas, psíquicas, emocionales y espirituales que proporciona el Zen.

Mientras tanto el maestro preparó un té y empezó a servirle hasta que se desbordó la taza, y continuó vertiendo el té hirviendo, derramándolo de la taza a la mesa y llegando hasta quemarle las piernas.
El alumno atónito, le reclamó, de mala manera: ¡No ve que la taza está llena, no puede seguir vertiendo!
El maestro, se detuvo y le respondió: ¡Muy bien, ahora quizás puedas entender porqué no te puedo enseñar Zen a ti!

El alumno sin comprender el mensaje de ese hecho que inicialmente pensó que era accidental, le respondió “no entiendo porqué usted un gran maestro no me puede enseñar Zen a mi, un interesado y dispuesto alumno”. A lo que el maestro respondió: “Interesado sí, dispuesto no. Tú sabes qué es el Zen, de dónde viene, por qué lo quieres aprender, para qué sirve y muchas más cosas. Tu mente es como una taza llena. Llena de tus ideas y verdades, de tus creencias, y todo lo que yo te diga, sólo reforzará lo que ya crees y por lo tanto se desbordará como el té fuera de la taza y no servirá de nada, es más te podría quemar”.

El maestro prosiguió, “Si realmente quieres aprender Zen, ve ahora a tu casa y medita sobre lo ocurrido e intenta traerme una “taza vacía” mañana, entonces tendré alguna posibilidad de enseñarte Zen”.
Anónimo
Facilitado por Carlos del Pino

jueves, 15 de abril de 2010

Te deseo

Te deseo primero que ames, y que amando, también seas amado. Y que, de no ser así, seas breve en olvidar y que después de olvidar, no guardes rencores. Deseo, pues, que no sea así, pero que si es, sepas ser sin desesperar.


Te deseo también que tengas amigos, y que, incluso malos e inconsecuentes sean valientes y fieles, y que por lo menos haya uno en quien confiar sin dudar.

Y porque la vida es así, te deseo también que tengas enemigos. Ni muchos ni pocos, en la medida exacta, para que, algunas veces, te cuestiones tus propias certezas. Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo, para que no te sientas demasiado seguro.

Te deseo además que seas útil,más no insustituible. Y que en los momentos malos, cuando no quede más nada, esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie.

Te deseo que siendo joven no madures demasiado de prisa, y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer, y que siendo viejo no te dediques al desespero. Porque cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar que fluyan entre nosotros.

Te deseo de paso que seas triste. No todo el año, sino apenas un día. Pero que en ese día descubras que la risa diaria es buena, que la risa habitual es sosa y la risa constante es mal sana.

Te deseo que descubras, con urgencia máxima, por encima y a pesar de todo, que existen, y que te rodean, seres oprimidos, tratados con injusticia y personas infelices.

Deseo también que plantes una semilla, por más minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento, para que descubras de cuántas vidas está hecho un árbol..

Te deseo, además, que tengas dinero, porque es necesario ser práctico, y que por lo menos una vez por año pongas algo de ese dinero frente a ti y digas: "Esto es mío”sólo para que quede claro quién es el dueño de quién.

Te deseo también que ninguno de tus afectos muera, pero que si muere alguno, puedas llorar sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre, tengas una buena mujer, y que siendo mujer, tengas un buen hombre, mañana y al día siguiente, y que cuando estén exhaustos y sonrientes, hablen sobre amor para recomenzar.

Si todas estas cosas llegaran a pasar, no tengo más nada que desearte.

Victor Hugo
(1802 - 1885)

miércoles, 7 de abril de 2010

Lección de Vida

Había un hombre que tenía cuatro hijos. El buscaba que ellos aprendieran a no juzgar las cosas tan rápidamente; entonces el envió a cada uno por turnos a ver un árbol de peras que estaba a una gran distancia.
El primer hijo fué en el Invierno, el segundo en Primavera, el tercero en Verano y el hijo más joven en el Otoño.
Cuando todos ellos habían ido y regresado, él los llamo y juntos les pidió que describieran lo que habían visto.
El primer hijo mencionó que el árbol era horrible, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo, él dijo que estaba cargado de flores, que tenía un aroma muy dulce y se veía muy hermoso, era la cosa más llena de gracia que jamás había visto.
El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos, el dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción.

Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían la razón, por que ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol. El les dijo a todos que no deben de juzgar a un árbol, o a una persona, por solo ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son, el placer, regocijo y amor que viene con la vida puede ser solo medida al final, cuando todas las estaciones han pasado.

Si tú te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño.

Moraleja: No dejes que el dolor de alguna estación destruya la dicha del resto. No juzgues la vida por una sola estación difícil. Persevera a través de las dificultades y malas rachas… mejores tiempos seguramente vienen por delante.
Anónimo