Jorge Bucay

"Estos cuentos han sido escritos sólo
para señalar un lugar o un camino.

El trabajo de buscar dentro,
en lo profundo de cada relato,
el diamante que está escondido...

...es tarea de cada uno"

viernes, 16 de julio de 2010

La vaquita

Un maestro de la sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer un breve visita al lugar.

Durante la caminata le comentó al aprendiz sobre la importancia de las visitas, también de conocer personas y las oportunidades de aprendizaje que tenemos de estas experiencias.

Llegando al lugar constató la pobreza del sitio, la casa de madera, los habitantes, una pareja y tres hijos, vestidos con ropas sucias y rasgadas, sin calzado, entonces se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia y le preguntó: En este lugar no existen señales de trabajo ni puntos de comercio tampoco, ¿cómo hacen el señor y su familia para sobrevivir aquí?

El señor calmadamente respondió: amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto la vendemos o la cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo y así es como vamos sobreviviendo.

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, luego se despidió y se fue.

En el medio del camino, se volvió hacia su fiel discípulo y le ordenó: busque la vaquilla, llévela al precipicio de allí enfrente y empújela al barranco.

El joven espantado vio al maestro y lo cuestionó sobre el hecho de que la vaquilla era el medio de subsistencia de aquella familia. Mas como percibió el silencio absoluto del maestro, fue a cumplir la orden. Así que empujó la vaquita por el precipicio y la vio morir. Aquella escena quedo grabada en la memoria de aquel joven durante algunos años.

Un día el joven resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar y contarle todo a la familia, pedir perdón y ayudarlos. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba al lugar veía todo muy bonito, con árboles floridos, todo habitado, con coche en el garaje de tremenda casa y algunos niños jugando en el jardín.

El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia tuviese que vender el terreno para sobrevivir, aceleró el paso y llegando allá, fue recibido por un señor muy simpático, el joven preguntó por la familia que vivía allí hace uno cuatro años, el señor respondió que siguen viviendo allí.

Espantado el joven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hace algunos años con el maestro. Elogió el lugar y preguntó al señor (el dueño de la vaquita¨: ¿cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida? El señor entusiamado le respondió: nosotros teníamos una vaquita que calló por el precipicio y murió, de ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades queno sabíamos que teníamos, así alcanzamos el éxito que sus ojos vislumbren ahora.

* Moraleja*

Todos tenemos una vaquita a la que aferrarnos, que nos cubre nuestras propias necesidades de supervivencias y que nos ayuda a mantener una convivencia con la rutina.