Jorge Bucay

"Estos cuentos han sido escritos sólo
para señalar un lugar o un camino.

El trabajo de buscar dentro,
en lo profundo de cada relato,
el diamante que está escondido...

...es tarea de cada uno"

sábado, 28 de abril de 2012

La persistencia

El joven Demóstenes soñaba con ser un gran orador, sin embargo este propósito parecía una locura desde todo punto de vista.
Su trabajo era humilde, y de extenuantes horas a la intemperie.

No tenía el dinero para pagar a sus maestros, ni ningún tipo de conocimientos.

Además tenía otra gran limitación: Era tartamudo.

Demóstenes sabía que la persistencia y la tenacidad hacen milagros y, cultivando estas virtudes, pudo asistir a los discursos de los oradores y filósofos más prominentes de la época. Hasta tuvo la oportunidad de ver al mismísimo Platón exponer sus teorías.

Ansioso por empezar, no perdió tiempo en preparar su primer discurso.

Su entusiasmo duro poco: La presentación fue un desastre.

A la tercera frase fue interrumpido por los gritos de protesta de la audiencia:

- ¿Para qué nos repite diez veces la misma frase?
-dijo un hombre seguido de las carcajadas del público.

- ¡Hable más alto! -exclamó otro-. No se escucha, ¡ponga el aire en sus pulmones y no en su cerebro!



Las burlas acentuaron el nerviosismo y el tartamudeo de Demóstenes, quien se retiró entre los abucheos sin siquiera terminar su discurso.

Cualquier otra persona hubiera olvidado sus sueños para siempre. Fueron muchos los que le aconsejaron -y muchos otros los que lo humillaron- para que desistiera de tan absurdo propósito.

En vez de sentirse desanimado, Demóstenes tomaba esas afirmaciones como un desafió, como un juego que él quería ganar.

Usaba la frustración para agrandarse, para llenarse de fuerza, para mirar más lejos. Sabía que los premios de la vida eran para quienes tenían la paciencia y persistencia de saber crecer.

- Tengo que trabajar en mi estilo.- se decía a sí mismo.

Así fue que se embarcó en la aventura de hacer todo lo necesario para superar las adversas circunstancias que lo rodeaban.

Se afeitó la cabeza, para así resistir la tentación de salir a las calles. De este modo, día a día, se aislaba
hasta el amanecer practicando.

En los atardeceres corría por las playas, gritándole al sol con todas sus fuerzas, para así ejercitar sus pulmones.

Más entrada la noche, se llenaba la boca con piedras y se ponía un cuchillo afilado entre los dientes para forzarse a hablar sin tartamudear.

Al regresar a la casa se paraba durante horas frente a un espejo para mejorar su postura y sus gestos.

Así pasaron meses y años, antes de que  reapareciera de nuevo ante la asamblea defendiendo con éxito a un fabricante de lámparas, a quien sus ingratos hijos le querían arrebatar su patrimonio.

En esta ocasión la seguridad, la elocuencia y la sabiduría de Demóstenes fue ovacionada por el público hasta el cansancio.

Demóstenes fue posteriormente elegido como embajador de la ciudad.

Su persistencia convirtió las piedras del camino en las rocas sobre las cuales levantó sus sueños.

Cuento aportado por Lara Vaselova (aquí



* Moraleja: Tú lo sabes: cuando realmente has sido persistente y has mantenido tu compromiso,  muchas veces en tu vida, has convertido en posible lo imposible. Nunca lo olvides.



P.D.: Sólo por hoy elige pensamientos y emociones positivas. Notarás la diferencia.

martes, 10 de abril de 2012

El billete de 500 euros

Pablo, con el rostro abatido de pensar, se reúne con su amiga Laura en un bar a tomar un café.

Deprimido, descargó en ella sus angustias… que el trabajo, que el dinero, que la relación con su pareja, que su vocación!… Todo parecía estar mal en su vida

Laura introdujo la mano en su bolso, sacó un billete de 500 euros y le dijo: “¿Quieres este billete?”.

Pablo, un poco confundido al principio, le contestó: “Claro, Laura… son 500 euros ¿Quién no los querría?”.

Entonces Laura tomó el billete en uno de sus puños y lo arrugó hasta hacerlo una pequeña bola

Mostrando la estrujada pelotita a Pablo, volvió a preguntarle: “Y ahora, ¿lo quieres también?”.

“Laura, no sé qué pretendes con esto, pero siguen siendo 500 euros. Claro que lo aceptaré si me lo das”.

Laura desdobló el billete, lo tiró al suelo y lo restregó con el pie, levantándolo luego sucio y marcado. “¿Lo sigues queriendo?”.

“Mira, Laura, sigo sin entender a donde vas, pero es un billete de 500 euros y mientras no lo rompas, conserva su valor…”

“Pablo, debes saber que aunque a veces algo no salga como quieres, aunque la vida te arrugue o pisotee, sigues siendo tan valioso como siempre lo has sido… Lo que debes preguntarte es cuánto vales en realidad y no lo golpeado que puedas estar en un momento determinado”.

Pablo se quedó mirando a Laura sin atinar a decir palabra alguna, mientras el Impacto del mensaje penetraba profundamente en su cerebro…

Laura puso el arrugado billete a su lado en la mesa y con una sonrisa cómplice agregó:

“Toma, guárdalo, para que te acuerdes de esto cuando te sientas mal… pero me debes un billete nuevo de 500 euros para poderlo usarlo con el próximo amigo que lo necesite”.

Le dio un beso en la mejilla y se alejó hacia la puerta.
Pablo volvió a mirar el billete, sonrió, lo guardó y con una renovada energía llamó al camarero para pagar la cuenta…

Pero realmente, un billete de 500 euros es un insulto ante nuestro infinito valor y ojalá nos diésemos cuenta en vida y con salud y no esperásemos a que el infarto sea nuestro maestro, a experiencias cumbre como la de la neurocientífica Jill Bolte Taylor o a la muerte/desencarnación.

Nunca es tarde para re-descubrir que los 24 kilates los llevamos incorporados desde el nacimiento y solo tenemos que “recordar” y pulir.

Fuente: María del Mar Jiménez "Can-Men". El Blog Alternativo