Mientras tanto el maestro preparó un té y empezó a servirle hasta que se desbordó la taza, y continuó vertiendo el té hirviendo, derramándolo de la taza a la mesa y llegando hasta quemarle las piernas.
El alumno atónito, le reclamó, de mala manera: ¡No ve que la taza está llena, no puede seguir vertiendo!
El maestro, se detuvo y le respondió: ¡Muy bien, ahora quizás puedas entender porqué no te puedo enseñar Zen a ti!
El alumno sin comprender el mensaje de ese hecho que inicialmente pensó que era accidental, le respondió “no entiendo porqué usted un gran maestro no me puede enseñar Zen a mi, un interesado y dispuesto alumno”. A lo que el maestro respondió: “Interesado sí, dispuesto no. Tú sabes qué es el Zen, de dónde viene, por qué lo quieres aprender, para qué sirve y muchas más cosas. Tu mente es como una taza llena. Llena de tus ideas y verdades, de tus creencias, y todo lo que yo te diga, sólo reforzará lo que ya crees y por lo tanto se desbordará como el té fuera de la taza y no servirá de nada, es más te podría quemar”.
El maestro prosiguió, “Si realmente quieres aprender Zen, ve ahora a tu casa y medita sobre lo ocurrido e intenta traerme una “taza vacía” mañana, entonces tendré alguna posibilidad de enseñarte Zen”.
Anónimo
Facilitado por Carlos del Pino